Llega el otoño y, con este, comienza un ritual natural, breve pero intenso en ciertas zonas de la geografía española: la berrea del ciervo ibérico. Es la época de apareamiento entre estos imponentes animales y la berrea o bramido es el sonido gutural -potente y monótono- que los machos emiten para atraer a las hembras y marcar su territorio. ¿Quieres saber más de este acontecimiento natural y dónde disfrutarlo en “primera fila”? ¡Sigue leyendo!
Los detalles que rodean la berrea del ciervo
En primer lugar, el cervus elaphus hispanicus, mejor conocido como ciervo ibérico es un mamífero rumiante de la familia de los cérvidos. Es el de mayor tamaño entre las especies de ciervos que habitan en el territorio peninsular. Puede tener hasta 2,5 metros de longitud y los machos pueden pesar unos 200 kg. Su pelaje es rojizo durante la primavera y el verano. De allí, que también se le conozca como ciervo rojo, aunque esta coloración cambia hacia tonos grises durante el resto del año.
Asimismo, el dimorfismo sexual es una característica notoria del ciervo ibérico: los machos son más corpulentos y más grandes que las hembras. Estas últimas son más gráciles y esbeltas. Aunque la diferencia más evidente es la cuerna alta y ramificada, solo presente en los machos.
Desde luego, el ciervo es una especie herbívora. Su alimentación está constituida por romeros, encinas y jaras, al igual que por pasto en grandes cantidades, cereales y frutas. Es de hábitos nocturnos, comportamiento con el que evita encontrarse con humanos. Durante el día se dedica a descansar buscando ocultarse de sus depredadores. Esta costumbre solo cambia en la época de celo, precisamente durante la berrea del ciervo. Entonces, se deja ver a primeras horas del día y antes del ocaso.
Cabe destacar que hay presencia de ciervos ibéricos en muchas zonas de España, a excepción de Levante, Galicia y las islas. De hecho, sus tres hábitats más comunes son los sistemas montañosos, las dehesas y bosques muy densos. Por eso, son comunes en la Cordillera Cantábrica, Extremadura, Pirineos, Monfragüe y las Sierras de Andalucía.
Cornamenta renovable, una característica singular
Por cierto, las cuernas complejas y ramificadas de los ciervos machos actuales son relativamente recientes. Sus antepasados más remotos no las tuvieron sino hasta el Plioceno (entre 5 y 2,5 millones de años atrás).
Más aún, que estos animales pierdan y renueven anualmente su extraordinaria cornamenta es todo un misterio para investigadores y especialistas. En efecto, el desmogue o pérdida de las astas ocurre a finales de marzo y, a los pocos días, comienzan a crecer los nuevos cuernos. Esto exige un esfuerzo metabólico tremendo, por lo que se considera uno de los pocos casos de despilfarro energético en el reino animal.
El proceso de formación dura de cuatro a cinco meses, durante los cuales el ciervo debe consumir suficientes cantidades de sales cálcicas y fosfóricas. Las nuevas cuernas cuentan con un recubrimiento muy particular: una capa muy vascularizada y sedosa conocida como borra o terciopelo. Como verás, este es un detalle que tiene mucho que ver con el berreo del ciervo.
Una organización social que cambia durante el berreo del ciervo
Curiosamente, durante casi todo el año, los machos y las hembras de ciervos ibéricos permanecen separados. Los grupos familiares conformados por las hembras y sus crías -de los últimos dos o tres años- conforman la unidad social básica entre estos mamíferos. A menudo, las hembras permanecen junto a sus madres hasta que tienen sus propias crías. Al separarse, suelen campear en áreas que se solapan.
Por el contrario, los machos se dispersan a los dos años en un territorio de unos 20 km. Es común encontrarlos en manadas de edades similares, acogiéndose a una evidente estructura jerárquica lineal. En los ecosistemas mediterráneos, los machos pueden campear en áreas de 600 a 1.000 hectáreas al año. Mientras que las hembras hacen lo propio en unas 300 hectáreas.
¿Cuándo comienza y qué función tiene la berrea del ciervo?
Por lo general, en septiembre las hembras del ciervo hispánico entran en celo. Aunque, dependiendo de la altitud y la latitud, este puede retrasarse. Las feromonas que ellas segregan en dicho período se esparcen en el ambiente gracias a la humedad ambiental que generan las primeras lluvias. Su olor persiste en el aire, los machos lo olfatean… y comienza la berrea del ciervo. Por esta razón, el detalle de la lluvia no es menor: la voz popular dice que “la berrea comienza cuando se le moja el lomo” al animal.
El bramido o berrea de los cérvidos machos -ronco y seco- es tan potente que puede escucharse a varios kilómetros durante este periodo. Como dijimos, al llegar esta época los grandes machos salen abiertamente a los claros del monte y sus inconfundibles sonidos guturales cumplen varias funciones:
- Para empezar, estimulan el celo. Las hembras son poliéstricas estacionales, lo que significa que entran en celo solamente en la mencionada época del año.
- Por otro lado, la berrea ayuda a marcar el territorio del dominante y disuade a otros machos de intentar cubrir a las hembras que están en sus predios.
- Finalmente, demuestran la fuerza y vigor del ejemplar para atraer más hembras y lograr el respeto de sus competidores.
Sin embargo, aparte de la berrea, el macho presenta otros comportamientos muy particulares durante el celo:
- Frota su cornamenta contra los árboles. De esta manera, desprende la ya mencionada borra que las recubre y que desprende un olor característico.
- Asimismo, se traba en pelea con otros machos chocando sus cornamentas. La lucha culmina con el retiro del contendiente derrotado. Estos combates no suelen terminar con lesiones graves en los machos, pero sí pueden causar heridas o fracturas a ambos rivales.
Bramidos que perpetúan la especie
Se calcula que la población de ciervos ibéricos en España es de unos 500.000 ejemplares. Anualmente, 60.000 de estos animales son trofeos de cacería, lo que los coloca en un riesgo medio de extinción. Por eso, la berrea del ciervo es un elemento indispensable para la preservación de esta especie. Con ayuda del mismo, el macho puede aparearse muchas veces y cubrir al mayor número de hembras posible.
En promedio, el celo dura 21 días. Tras la gestación de las hembras, que dura unos 8 meses, nacerán los cervatillos (uno por parto, rara vez son dos). Estos presentan un peso aproximado de 5 kilos. Normalmente, nacen entre abril y mayo coincidiendo con suficiente disponibilidad de alimento en el entorno.
La berrea del ciervo, un espectáculo digno de admirar
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